Verónica es una mujer atractiva de 39 años que admite tener dificultades en sus relaciones con hombres. Ha sido atraída por hombres fuertes, carismáticos, independientes y con frecuencia ricos de quienes ha terminado sintiéndose satisfecha sexualmente pero privada emocionalmente. Su única excepción a este patrón fue el matrimonio con su esposo a quien describe como alguien débil y dependiente del que después de algunos años ella se aburrió y divorció. En su vida creativa ella es exitosa y económicamente independientemente. Da la impresión de ser fuerte, segura de si misma e inteligente pero no les es fácil sentir o mostrar su vulnerabilidad.
En el trayecto de su trabajo en grupo y terapia individual, ha cambiado mucho. Ahora puede ver que los hombres con los que ha estado son como su padre –fuertes, seguros de ellos mismos y atractivos pero inalcanzables. Afortunadamente no violentos en la manera que su padre lo era, pero aún atemorizándola en un nivel profundo. Los idealizó de la misma forma que a su padre y consideraba que estas cualidades eran lo que estaba buscando en un hombre. Al ir más profundo en su trabajo, descubrió cómo estaba seleccionando a los hombres de manera inconsciente. Pudo ver como los utilizaba para obtener la atención y el amor que le faltó de su padre y cuando sus amantes no estaban disponibles, eran distantes o tenían aventuras, pudo sentir que el dolor de sentirse ignorada o traicionada por ellos era el mismo dolor que siempre sintió con su padre. También alcanzó a sentir que aún la sexualidad no era satisfactoria y que la excitación era como una adicción para no ir más profundo.
Con el tiempo, Verónica aclaró que deseaba a un hombre que fuera lo suficientemente maduro preparado y para estar solo con una mujer. También vio que necesitaba a un hombre con voluntad para trabajar en él mismo, alguien abierto a crecer juntos y dispuesto a comunicarse y resolver conflictos. Esta claridad se mostró a si misma en sus elecciones, ya que comenzó a salir con alguien que parecía querer ser monógamo. Pero esta experiencia afloró sentimientos aún más profundos. Al finalmente elegir a un hombre que estaba disponible y comprometido sinceramente a estar con ella, de pronto su desconfianza y miedo surgieron porque Verónica nunca había experimentado siquiera la posibilidad de que un hombre pudiera estar verdaderamente presente y comprometido con ella.
Esto abrió otra capa de su huella de abandono, esta vez con su madre (la cual generalmente es más profunda). Como su madre era sumisa, depresiva, ansiosa y negativa, Verónica nunca sintió que tuvo a una madre verdadera. Y ahora que este hombre estaba abierto para amarla y comprometerse con ella, ella empezó a encarar sus poderosos e irracionales sentimientos de dependencia. Se aterrorizaba de que él la fuera a abandonar y cuando el hablaba con alguien más mientras estaban juntos, ella sospechaba que era otra novia. Pero al aprender como estar con estos sentimientos sin actuarlos sobre su nueva pareja, ahora está sintiendo y aceptando su vulnerabilidad como nunca antes lo había hecho.
Este pequeño resumen de la historia de Verónica es solo un ejemplo de las fases de cambio de viejos patrones negativos. En esencia hay tres aspectos en este proceso.
El primero es La Etapa de Reconocimiento.
Aquí somos capaces de reconocer que estamos eligiendo desde nuestro niño herido, quien está dirigiendo tanto nuestras atracciones como nuestras acciones. Le llamamos “la vergüenza y el abandono van de compras”. De manera inconsciente, habitual y automática, vamos hacia alguien que se asemeja en algún aspecto crucial, a cómo fuimos tratados por uno o ambos padres en la infancia. Con frecuencia es con la esperanza de obtener el amor que nos hizo falta de ellos, pero generalmente estamos atrayendo personas que nos van a tratar de alguna manera similar en formas que fuimos tratados antes. Luego entonces recibimos rechazo o privación como sucedió de niños. También atraemos a este tipo de personas porque ese tipo de “amor” que dan es como el amor que recibimos antes y es el único amor que conocemos. No podemos imaginar algo diferente y sentimos que realmente no merecemos ser verdaderamente amados.
Una razón menos obvia por la que re-creamos estos viejos patrones, es que profundo en nuestro interior, nos gustaría sentir el enojo, la rabia por lo que no recibimos y tomar venganza por ello. A nadie le gusta ser humillado, rechazado, ignorado o abusado, especialmente como niños, que no pudimos defendernos a nosotros mismos o bien, sentir lo poco amable que es que un padre prive a un niño de los cuidados y amor que el niño o niña merecen. Una de las razones por las que nos atraen personas que provocan estas heridas tempranas es para vengarnos y sentir que ahora podemos defendernos a nosotros mismos.
El problema cuando aún estamos atorados en estos viejos patrones es que creemos que solo necesitamos cambiar de pareja. Eso nunca funciona porque a menos que hayamos explorado y sentido la raíz del porqué y el cómo escogemos a las personas, simplemente repetiremos el mismo patrón con alguien más. El problema está en nuestro pasado y debido a este pasado, aún lo llevamos en nuestro sistema nervioso.
Esto nos lleva a la segunda etapa, La Etapa del Sentir
En esta etapa necesitamos entrar en contacto directo con la vergüenza, shock, miedo, desconfianza, ira y dolor que está dentro de nuestra niño o niña herida. Son estos sentimientos quienes dirigen nuestro comportamiento y elecciones negativas. El simplemente reconocer el patrón no es suficiente. En la etapa del sentir, conectamos con la profundidad del dolor, la vergüenza y el shock. Es importante ser guiado a experimentar directamente como es que nuestra pareja el día de hoy trae a colación todas estas sensaciones y sentimientos y después ir hacia atrás a sentir cómo nuestro ambiente de niños provocaba los mismos sentimientos.
La última etapa la llamamos, La Etapa de Claridad.
En esta etapa somos más claros acerca de lo que necesitamos para sentirnos a salvo y abiertos al amor. Esta claridad no viene desde el espacio del niño o niña herida que tal vez aún sigue buscando ser rescatada, obtener lo que nunca tuvo y crear drama para vengarse. Desde ese espacio nada sucede. La claridad viene desde el espacio del adulto maduro que es capaz de ver a la otra persona con claridad tanto con sus ventajas como con sus desventajas. Estamos preparados para aplicar dos lecciones esenciales de las relaciones que son básicas en el Trabajo de Aprendiendo a Amar. Estas lecciones son aprender a contener la frustración cuando no estamos obteniendo el amor que deseamos pero también el poner límites cuando estamos siendo invadidos directamente. Aprender a distinguir estas dos lecciones será el tema de un artículo futuro.
De muchas maneras un trabajo aún más profundo comienza una vez que tomamos mejores decisiones, porque entonces encaramos la posibilidad de una intimidad verdadera. En el caso de Verónica, ella encontró la claridad de que deseaba a alguien listo para ser monógamo, abierto a crecer y dispuesto a compartir, pero que nunca podría satisfacer lo que le faltó de su padre y madre. Esto la abrió a trabajar con el dejar ir todas sus fantasías.
Esta es solo una pequeña descripción del proceso para recuperarnos de nuestros viejos patrones. Tal vez estas tres etapas no sean lineales pero básicamente son lo que necesitamos para atravesar el cambio en nuestra vida. Llega el momento en que suficiente es suficiente. Cuando finalmente estamos listos y dispuestos a sentir el dolor que nos ha mantenido secuestrados por tanto tiempo… entonces podemos movernos y crear una vida plena para nosotros.