Mateo ha estado en una relación con Alejandra por tres años. Pelean con mucha frecuencia y se detonan el uno al otro debido a que sus heridas chocan entre sí. De niña, Alejandra se sentía criticada y controlada por sus padres y experimentaba que al ser auténtica, era castigada y juzgada por ellos.
El padre de Mateo estuvo ausente y su madre estaba mentalmente enferma. Una de las maneras en que su enfermedad se mostraba era a través de explosiones de ira frecuentes y de amenazas de irse diciéndole “eres una carga para mi”. Mateo tuvo que crecer muy rápido. Aprendió a hacerse cargo de todo y a suprimir sus propias necesidades.
Actualmente en su relación, Mateo siente que Alejandra no le da cabida en su vida o que no es tan abierta y transparente como a él le gustaría. En cambio ella se siente criticada, juzgada y con expectativas de que sea diferente. Sus heridas se muestran de manera diferente. Mateo continuamente quiere mayor conexión y contacto y no se satisface con lo que Alejandra le da. Mientras que ella se siente invadida y dolida cuando Mateo no la acepta y ama tal como es, sin estar quejándose continuamente y queriendo más. Ambos se pierden sintiendo que el otro tiene que cambiar para que estén felices.
Este ejemplo ilustra lo que sucede con frecuencia en nuestras relaciones íntimas una vez que ha pasado la etapa de la luna de miel. Cuando dos personas han estado juntas por un cierto tiempo, es inevitable que sus heridas choquen. De hecho ¡esa es una de las razones por las que se encontraron! La sensibilidad de una persona a ser ignorado, abandonado y a no tener el amor, atención, intensidad o afecto que anhela, fácilmente puede chocar con la sensibilidad de la otra persona a sentirse exigida, a no sentirse suficiente por lo que ofrece y da y sentir que el o ella no es lo suficientemente buena, amorosa o atenta. Esto es lo que llamamos “choque de heridas.”
En ambos casos, esta situación nos presenta una oportunidad de reconocer, explorar y sentir la herida que está siendo detonada. Así como aprender a abstenerse de esperar que la otra persona sea diferente y más bien sentir el dolor de no obtener lo que queremos.
Para aprovechar esta oportunidad, se requieren dos comprensiones:
- La intimidad va a detonar nuestras heridas más profundas y depende de nosotros el elegir entrar a la herida en vez de enfocarnos en la otra persona.
- Nuestra expectativa de que la otra persona debería cambiar es el único y más grande saboteador de la intimidad.
Es más fácil decirlo que hacerlo. Hay una compulsión muy fuerte de reaccionar ante nuestra pareja cuando no estamos obteniendo lo que creemos que deberíamos obtener.
Ya que probablemente creamos que él o ella debería cambiar.
Y para nuestra parte más profundamente herida, se siente como un asunto de vida o muerte cuando no obtenemos lo que necesitamos desesperadamente de nuestra pareja. De la misma forma que era cuando fuimos niños.
Solo que actualmente necesitamos aprender dos lecciones para hacer que el amor funcione.
- La otra persona no está aquí para llenarnos y darnos aquello que nos hizo falta de niños y que aún anhelamos hoy.
- Si nos sentimos invadidos por las expectativas o exigencias de nuestra pareja, es nuestra responsabilidad defendernos y establecer un límite.
En ambos casos, el trabajo interior es necesario.
Cuando no estamos obteniendo el amor que queremos, duele.
Desde ese espacio, automáticamente reaccionamos atacando, retrayéndonos, culpando o tratando de encontrar alivio a través de una sustancia o un comportamiento.
Nuestro trabajo interno en estos casos, es reconocer que nuestra herida de abandono ha sido detonada, aprender a abstenernos de reaccionar (es decir, de “actuar”) nombrar las creencias que nos fuerzan a reaccionar y lo más importante, ir hacia dentro y sentir las sensaciones corporales, los miedos y dolor que son activados.
Es un reto el no reaccionar y encarar nuestra frustración y decepción cuando no obtenemos el amor que deseamos.
Ayuda mucho el comprender que el amor no significa que nuestra pareja, amigo o amiga necesita cubrir esas necesidades. Ellos tienen sus propias heridas y sensibilidades y se requiere de un profundo respeto ante la individualidad del otro.
Cuando nuestra herida de invasión es detonada, nuestro trabajo es similar. Podemos comenzar por reconocer el detonador que ha activado esta herida, ir dentro y explorar los miedos y dolor cuando experimentamos invasión o intrusión.
Con frecuencia nuestros miedos de ser rechazados o castigados si defendemos de manera auténtica nuestras necesidades, inhiben nuestra habilidad de establecer límites. Es necesario sentir y encarar esos miedos.
A veces simplemente entramos en shock cuando alguien espera algo de nosotros o nos juzga y ni siquiera podemos sentir el deseo de defendernos. Tal vez solo nos congelamos en ese momento y ese congelamiento requiere ser sentido y amado profundamente desde el interior.
Todas o casi todas nuestras relaciones íntimas van a traer consigo estas dos lecciones, en diferentes momentos.
Ser capaces de hacer que el amor funcione significa tener la voluntad de encarar las heridas y aprender las lecciones que la existencia nos quiere enseñar para que podamos crecer y madurar.
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