Probablemente uno de nuestros grandes retos sea soltar nuestras fantasías del amor. Los amoríos cortos tal vez no nos fuerzan a examinar nuestras fantasías, ya que los sueños y esperanzas pueden sobrevivir a estos. Pero al entrar en una relación duradera, es fácil desilusionarnos al descubrir que nuestras ideas de lo que significa el amor o la relación no son satisfechas de la manera en que lo esperábamos.
Darnos cuenta de esto, en ocasiones puede ser tan devastador, que nos preguntemos si en verdad queremos este tipo de relación amorosa, o bien que entremos en desesperanza o depresión.
Existen dos problemas básicos con nuestras fantasías románticas. En primer lugar evitan que veamos claramente a la otra persona. Fácilmente podemos ser cegados por nuestros anhelos y sueños. Por ejemplo, cuando Sara conoció a Pedro, estaba convencida que el era “el elegido”, ya que en la superficie cubría todos sus requisitos.
Era rico, seguro de sí mismo, agraciado y atento. Al poco tiempo de conocerse, ella se mudó con él. Pero después de un tiempo junto, Sara descubrió que el no era honesto con respecto a los amoríos con otras mujeres, que era controlador, se enfurecía con facilidad, era hiriente y la avergonzaba. Toma tiempo conocer a alguien, pero nuestro anhelo y deseo de estar con alguien puede estorbarnos para tomarnos ese tiempo.
La segunda razón por la que las fantasías pueden destruir nuestro amor, es que nos llevan a crear expectativas que proyectamos en nuestra pareja o amigos. Y cuando no se cumplen esas expectativas, es muy fácil que actuemos con rabia, drama o resignación. Las fantasías echan a andar un proceso que nos lleva a mucho sufrimiento. Por lo tanto es importante examinar estas fantasías de manera directa, ya que son la causa raíz de este ciclo doloroso.
Natalia cree firmemente que su hombre debería estar ahí para ella, con afecto constante, con presencia y atención y tomándose el tiempo para estar juntos. Se desilusiona terriblemente cuando a él lo absorbe su trabajo y no le da prioridad a su relación de la manera en que ella lo espera. Insiste en que si él la amara, estaría atento a sus necesidades de cercanía y conexión.
Elena se siente miserable porque su esposo no la está proveyendo con el estilo de vida de lujo que tenía en los primeros años de matrimonio. Cuando el sufrió de dificultades financieras y tuvo que reducir sus gastos, ella se sintió traicionada.
Ronaldo está molesto porque su novia no es tan animada en la sexualidad como a él le gustaría y siente que tiene que sacrificar un aspecto tan vital para él, para poder estar con ella. Ella está abierta al tipo de “Sexo lento” que aprendieron en un seminario que tomaron juntos, pero no está interesada en el tipo de sexualidad salvaje y apasionada que a Ronaldo se le antoja.
Cuando nuestras fantasías se frustran o nos desilusionan, podemos desesperarnos al haber puesto tantas esperanzas en ellas.
Nuestros sueños del amor tienen sus raíces tanto en nuestra experiencia de haber sido amados de niños (o no amados) así como en nuestro condicionamiento familiar y cultural. La mayoría hemos sido bombardeados con ideas ridículas de lo que va a suceder cuando encontremos “al único, al elegido, la única o la elegida”. Uno o ambos padres, de alguna manera pudieron haber apoyado estas ilusiones, adoctrinándonos, quejándose de sus desilusiones, o bien por el hecho de mirar a nuestros padres pelear, entre otros.
Nuestras fantasías de amor obtienen más combustible por las formas en que de niños fuimos privados de las necesidades esenciales de afecto, atención, apreciación, apoyo, sintonía e inspiración.
Cuando alguna o algunas de estas necesidades esenciales no fue proveída de pequeños, es natural que hoy tengamos hambre de ellas. Y qué mejor lugar para colocar estos anhelos que en la esperanza de encontrar a la pareja amorosa ideal.
Toda nuestra hambre y necesidades no satisfechas, despiertan al enamoramos.
Natalia fue abandonada por su madre ausente, Elena creció en la pobreza, sin sentirse segura financieramente y la energía vital de Rolando fue reprimida por sus estrictos padres católicos. Por lo tanto, no es de sorprender que el no tener estas cualidades en sus relaciones actuales, sea muy difícil de manejar.
Desafortunadamente y con mayor frecuencia que con poca, actualmente nos vamos a desilusionar con respecto a nuestros anhelos más importantes.
¿Porqué sucede esto?
La mayoría de nosotros nos acercamos, tanto a nuestras relaciones de amor como a nuestras relaciones significativas, con ciertas fantasías que deseamos sean satisfechas. Ya sean estas fantasías conscientes o inconscientes.
Le llamamos a esto “ir de compras desde el espacio infantil de conciencia”. En ese espacio no vemos claramente a la otra persona, sino que la miramos a través del filtro de nuestras esperanzas, deseos, sueños y expectativas.
Muy probablemente, las desilusiones que encontramos más adelante en la relación, no fueran predecibles al inicio, debido a que estas dinámicas no afloran inmediatamente en la relación.
Desde ese espacio de conciencia infantil, nos acercamos a la vida amorosa con las expectativas de que nuestras necesidades básicas van a ser cubiertas. Y dependiendo de lo que nos faltó como niños, esas necesidades van a variar en cuanto a su importancia. Para Natalia es presencia constante, atención y afecto. Para Elena es comodidad económica y para Rolando es vitalidad y pasión.
¿Cómo podemos superar nuestras fantasías del amor?
Antes que nada, es un despertar muy rudo cuando nuestros sueños colisionan. Solo podemos aceptar ese shock, si comprendemos que indudablemente vamos a ser desilusionados en nuestras áreas más sensibles.
Nuestro crecimiento radica en comprender que, seguir creyendo que nuestras expectativas van a ser cubiertas, es una esperanza infantil. Uno de los puntos más importantes del crecimiento emocional y espiritual es darte cuenta que la decepción o desilusión es parte de un amor continuo y en desarrollo. Y que podemos utilizar ese dolor y decepción para crecer y ser más maduros.
En segundo lugar, es importante identificar el condicionamiento específico que recibimos, el cual ha apoyado nuestras fantasías, así como ver como fuimos adoctrinados para creer que el amor nos va a salvar. También es importante identificar la necesidad o necesidades específicas que no están siendo cubiertas actualmente y encontrar esa conexión con aquello que nos faltó como niños.
En tercer lugar, tenemos que aprender a apoyarnos en el dolor de la frustración y desilusión en vez de perdernos en culpar. Culpar es parte del estado de conciencia infantil; permitirnos sentir el dolor de la pérdida es parte del estado de conciencia madura. Por lo tanto, un aspecto de crecer y madurar es sentir el duelo por lo que no recibimos como niños y darnos cuenta cómo es que a través del dolor, podemos nutrirnos a nosotros mismos.
Finalmente, mientras nos permitimos atravesar los tres primeros pasos, de forma natural comenzamos a darnos cuenta que el amor auténtico no está basado en la fantasía. Está basado en mirar y aceptar a la otra persona tal y como es.
Está basado en amarnos lo suficiente como para tomar el tiempo necesario de sintonizarnos con nuestros sentimientos y necesidades y encontrar las maneras para cubrir esas necesidades y satisfacernos a nosotros mismos.
Dándonos cuenta que el amor se trata de dar y no de tomar. El amor antes que nada, es darnos a nosotros mismos y desde ese amor propio comienza a suceder un rebosamiento natural. Entonces el estar con la otra persona se convierte en un lujo…esa dulzura adicional que se suma a una vida, de otra manera rica y plena.
La belleza de estar con la otra persona desde un espacio donde dos adultos se unen, comparten su vida, disfrutando el estar juntos.
Esta comprensión solo llega cuando soltamos nuestras fantasías.