Andrés es un hombre de 40 años que viene por primera vez a uno de nuestros seminarios. Los primeros días del taller no comparte pero en el cuarto día, levanta la mano.
“Tengo un problema que me preocupa, pero no tengo idea porqué esta sucediendo ni como arreglarlo. Con frecuencia tengo problemas para dormir, ya que durante la noche mis piernas están terriblemente inquietas. Hago ejercicios en el gimnasio, pero no parecen ayudar”.
Le preguntamos si ya ha consultado a un doctor acerca de ello.
“Si, pero no encontró nada mal. También he tomado todo tipo de suplementos alimenticios pero tampoco han ayudado”.
Sabiendo que la inquietud en las piernas puede ser un síntoma de trauma infantil, específicamente abuso físico, le preguntamos: “Nos puedes platicar algo de la relación con tu padre antes de tus 12 años?”
“Era muy violento conmigo y frecuentemente me golpeaba. Pero he trabajado el tema en terapia y lo he perdonado. Estoy en paz con él y con lo que sucedió” dijo.
“Es fabuloso que hayas trabajado en ello y que te sientas en paz con él. Pero es posible que tus piernas (que actúan durante la noche, mientras tu estás más vulnerable) pudieran estar diciéndole algo a tu padre con lo cual tu mente consciente no esté en contacto?”
“Lo dudo”.
“Bien, solo como un experimento, ¿estarías dispuesto a mover tus piernas como se mueven durante la noche e incluso a exagerar un poco el movimiento? Vamos a ver ¿que sucede si al mismo tiempo recuerdas un momento o momentos en que tu padre te golpeaba y te miras como el niño que fuiste pero teniendo la fuerza de hoy?”
Conforme hacía el ejercicio, lentamente comenzó a sentir y a expresar la rabia contenida que aún tenía en su interior contra su padre por el abuso cometido.
Con frecuencia encontramos situaciones en el trabajo, donde las personas creen que han perdonado a un padre o a alguien que abusó de ellos, pero con frecuencia este “perdón” es prematuro y no es verdaderamente auténtico.
Perdonar puede ser algo que creemos que debemos hacer. Nos precipitamos a perdonar porque nuestro corazón de manera natural, quisiera soltar, dejar ir el resentimiento y la ira. Nos gustaría imaginar que eso que sucedió está en el pasado y puede ser olvidado.
Sin embargo lo que sea que nos haya sucedido no está en el pasado hasta que hayamos abrazado completamente a nuestro niño herido.
En el caso de Andrés, tuvo que revisar el trama de su infancia y trabajar con lo profundamente en shock que estaba, con lo mucho que resentía a su padre, con cómo el cuerpo retenía el trauma y cómo naturalmente quería tomar represalias contra la humillación y abuso que recibió.
A veces, cuando creemos que hemos “perdonado” a alguien, podemos estar enterrando aún más profundo los efectos del abuso.
En nuestra experiencia, perdonar no es algo que hacemos, es algo que sucede por si mismo cuando hemos abrazado totalmente el impacto del trauma recibido, no solo cómo fue durante la infancia sino también la forma en que aún afecta nuestra vida actual.
Cuando siendo niños fuimos abusados, humillados, desatendidos o bien no fuimos apoyados para descubrir nuestra esencia, con frecuencia sentimos que fue nuestra culpa y que de alguna manera es lo que nos merecemos. Un mecanismo de supervivencia natural es el “comprender” a la persona o personas que abusaron de nosotros y minimizar nuestros propios sentimientos.
Además, el trauma provoca shock y miedo de una manera profunda y duradera en nuestro sistema.
Tanto la vergüenza como el shock quedan con nosotros al crecer y afectan el cómo nos sentimos acerca de nosotros mismos, cómo nos relacionamos y cómo actuamos. También nos puede dejar con muchos síntomas corporales problemáticos.
El tratar de perdonar demasiado pronto, ayuda a invalidar lo que nos sucedió y a negar el efecto profundo que el trauma aún tiene en nuestras vidas.
Nos aliamos con nuestro “yo de supervivencia” quien quiere olvidar y perdonar y de esta manera abandonamos a nuestro niño o niña herida.
Nuestro proceso de sanación involucra:
- Ponernos en los zapatos del niño/niña y sentir cómo fue recibir el abuso.
- Sentir la profunda impotencia e indefensión del niño/niña e imaginar lo que nos hubiera gustado decirle al abusador si hubiéramos sido mayores y más fuertes.
- Sentir el impacto que este trato causó en el cuerpo de este niño/niña indefensa y sentir que no fue correcta la negligencia, abuso ni el ignorar las necesidades del niño.
- Darnos cuenta cómo este niño desarrollo auto-dudas y auto críticas tan profundas.
- Cuando sea posible, abordar a quien abuso de nosotros de forma directa y expresarle el dolor y daño que el o ella causaron.
- Comenzar a encontrar la fuerza y dignidad de decir no a cualquier abuso extra.
Una vez que hemos atravesado este proceso y recuperado el amor propio que perdimos, tal vez entonces, estemos listos para perdonar.
Entonces, tal vez estemos listos para encarar a quien abuso de nosotros y verle como alguien que estaba muy herido e inconsciente como para comportarse de otra manera.
Cuando el perdón es auténtico, nuestro corazón se abre de manera genuina para esta persona.
Entonces es real, verdadero y no solo una idea.