Por años hemos contratado a la misma persona para lavar las ventanas de nuestra casa en Sedona. Cuando viene, hace un gran trabajo, pero una de tres veces llama para decirnos que no puede venir porque tiene dolor de cabeza, gripa o cualquier otro malestar físico menor, que hay mucho tráfico o que hace mucho calor o hace mucho frío para trabajar. Hemos aprendido a no preguntarle como está, porque siempre recibimos la misma respuesta. Le está yendo pésimo, el trabajo no va nada bien, está sufriendo por su salud y todos sus empleados resulta que son unos flojos, incompetentes y en quienes no se puede confiar. Sin embargo, seguimos utilizándolo porque cuando se aparece ¡hace un gran trabajo!
Susana es una mujer de 42 años atractiva, inteligente y llena de vida, apasionada por su trabajo con mujeres que han sufrido abuso. Sin embargo, constantemente se queja de los hombres con los que sale, diciendo que no son inteligentes, ni sensibles, ni llenos de energía o que no son lo suficientemente profundos. Sin importar con quien esté (y ha habido varios) rápidamente encuentra una falla en ellos. Sus quejas salpican hacia el clima, su entorno y cualquier situación donde las cosas no vayan en la dirección que ella quiere.
Mateo se queja de manera crónica acerca de su trabajo como analista en computación: que su jefe es demasiado mandón, sus colegas muy estúpidos y la oficina donde trabaja es demasiado ruidosa y caótica. Básicamente está infeliz con lo que está haciendo. Siempre ha soñado convertirse en terapeuta, pero nunca se ha sentido lo suficientemente seguro en si mismo. Y más allá de eso, no se puede ver aún en una posición de ayudar a la gente. En vez de esto, se queda en un trabajo cómodo, el cual odia y del cual se queja.
Todos nosotros tenemos momentos en que nos sentimos desalentados y negativos. Nos quejamos y culpamos a la gente o a nuestro entorno por cosas que no han sido de la manera en que nosotros queríamos que fueran.
Nos quejamos cuando estamos concediendo en nuestras vidas y no estamos viviendo de la forma en que sabemos profundamente en nuestro interior, que es la forma correcta para nosotros.
O bien, encontramos todo tipo de razones para quejarnos de nuestra pareja amorosa.
Pero cuando permitimos que este hábito se vuelva generalizado, afecta tanto a nuestras vidas como a la manera en que nos vemos a nosotros mismos y a los otros.
Es más, entre más llenos de negatividad, quejas y culpa estén nuestros pensamientos y forma de hablar, más envenenamos nuestra auto-estima.
Culpar y quejarse son como una adicción. Lo hacemos de manera automática, habitual y la mayor parte del tiempo, inconscientemente. Entonces, ¿Cómo podemos detener este hábito negativo?
El primer paso para lidiar con el culpar y quejarse es darnos cuenta que lo estamos haciendo y reconocer que está saboteando nuestras vidas.
Cuando estamos culpando y quejándonos, estamos siendo poseídos por una conciencia de víctimas, creyendo que las dificultades que estamos experimentando nos están sucediendo a nosotros. En este tipo de conciencia, nos sentimos indefensos e incapaces pero sin sentir verdaderamente los sentimientos más profundos. Somos poseídos por nuestro niño/niña herida y no podemos ver las cosas claramente. Además en este estado, nada cambia en nuestra vida hasta que comenzamos a tomar responsabilidad de lo que está sucediendo. La negatividad atrae negatividad. Nuestra transformación es ver lo que estamos haciendo y adueñarnos de ello, siendo responsables. Siendo muy suaves y gentiles con nosotros mismos y sintiendo el dolor que hay debajo.
El segundo paso es notar si estamos justificando nuestra negatividad, creyendo que nuestras quejas y culpas son verdaderas y dándonos cuenta que no existe una razón auténtica para culpar ni quejarse.
El tercer paso es comprender porqué lo hacemos.
Muchos de nosotros fuimos condicionados a volvernos negativos debido a que absorbimos la negatividad de nuestros padres, o bien la confianza en nosotros mismos fue aplastada de niños; y por último, porque nuestra confianza en las otras personas y en la vida, fue abatida por la forma en que fuimos tratados.
En el caso de Susana, es obvio que esto vino de sus padres. Fue criada por un padre iracundo y alcohólico y por una madre obsesionada con ella misma, nada cariñosa y que culpaba a todos y a todo. Además de esto, su madre siempre respondía al comportamiento rebelde de Susana diciéndole que era una mala persona y que nunca encontraría a un hombre que la amara. Cuando se “portaba mal”, le pedía al padre que la golpeara. Las golpizas eran frecuentes y severas. Debido a este comportamiento abusivo, Susana perdió su confianza. Sus quejas continuas son simplemente una cubierta para su falta de confianza y su temor de abrirse profundamente a alguien.
Mateo fue criado por una madre sobre protectora y asfixiante que desalentaba sus esfuerzos por separarse y encontrarse a si mismo. Ahora cuando se imagina haciendo algo nuevo y arriesgado, la voz interior de su madre hace que se mantenga con lo que le es seguro y familiar.
La cuarta manera que ayuda el parar de culpar y de quejarse, es conectar con el miedo y la impotencia, en esos momentos en que nos cachamos a nosotros mismos en el modo negativo.
En resumen, para poder detenernos de estar culpando y quejándonos, tenemos que volvernos conscientes del momento en que lo estamos haciendo, comprender de donde vienen esos pensamientos y comportamientos negativos, tener compasión por nosotros mismos cuando nos veamos haciéndolo y conectar con la impotencia que está debajo.
Debido a que estos hábitos están tan profundos y nosotros tan acostumbrados a ellos, no es fácil traer “mindfulness” y conciencia al estarlos repitiendo. Esto toma algo de trabajo.
Comenzamos a ayudar a Susana a comprender cómo es que su infancia le enseño este habito, tanto al absorber la negatividad de sus padres como al perder la confianza por la forma en que fue tratada.
La invitamos a tener un cuidado especial al practicar el observar cada vez que se queja o que culpa y recordarse a sí misma hacerlo con compasión y sin juzgarse.
Después la invitamos a tomar un paso más preguntándose “¿Cuál es mi miedo en este momento?”
No hicimos el mismo trabajo con el limpiador de ventanas, porque solo es nuestro limpiador de ventanas, no nuestro cliente.