Todos queremos el amor y la mayoría de nosotros, lo sepamos o no, estamos profundamente atemorizados de él. Estos miedos se pueden mostrar en nuestras dificultades o resistencia para crear un amor nutricio o bien en nuestras dificultades para sostener la intimidad una vez que estamos en una relación.
Es muy frecuente que no nos demos cuenta de que estos miedos dirigen nuestros pensamientos y comportamientos al relacionarnos, debido a que los podemos esconder detrás de estrategias sutiles y creencias firmemente arraigadas.
Por ejemplo, podemos enmascarar nuestros miedos detrás de la creencia de que acercarnos a alguien, significa perder nuestra libertad y que la otra persona simplemente nos quiere controlar, manipular o poseer. Podemos elegir el tener múltiples parejas ya que esto es más seguro y más emocionante. Podemos creer e incluso experimentar que no podemos encontrar a nadie lo suficientemente maduro o consciente. O bien que estemos atrayendo de manera continua a parejas que no están disponibles o bien a parejas que necesitan ser rescatadas. Una vez dentro de una relación, nos podemos perder en el trabajo o en distracciones, de manera que no tengamos que permanecer abiertos o bien que nos involucremos en dramas o juegos de poder en vez de arriesgarnos a ser vulnerables.
Estas son algunas de las formas comunes en que podemos ocultar nuestros miedos profundos ante una intimidad comprometida, siendo mucho más fácil quedarse en una de estas estrategias de protección en vez de volverse vulnerable ante alguien y admitir ante nosotros y ante el otro lo asustados e inseguros que realmente somos en nuestro interior.
Enseñamos 5 grandes miedos ante la intimidad, que desde nuestra experiencia, cubren la mayoría de las razones por las que las personas evitan acercarse a alguien.
- Miedo al rechazo
- Miedo a exponerte
- Miedo a la invasión
- Miedo de perdernos a nosotros mismos
- Miedo al aburrimiento
- Miedo al rechazo
En nuestro inconsciente esta latente y al asecho, una profunda herida de abandono que puede ser detonada por el más mínimo sentimiento de rechazo, sea éste auténtico o bien sea proyectado. Puede parecer más seguro evitar el amor que confrontar el dolor del rechazo. Puede ser que este miedo no salga a la superficie hasta que permitimos que alguien se vuelva importante en nuestra vida. Cuando surge con una pareja o con amigos, nos podemos sorprender de lo reactivos y emocionales que nos ponemos al sentirnos rechazados, no amados, no apreciados, no apoyados o no aceptados.
Por ejemplo, Jonathan se pone loco de celoso cuando su amada
Julia muestra el más mínimo interés en otro hombre y él no puede controlar sus reacciones con enojo.
Ángela no puede comprender por qué le está costando tanto trabajo superar a su ex amante Ralph, aún cuando ambos sabían que era momento de seguir adelante y de separarse como amigos. Ella extraña profundamente los buenos momentos que tuvieron juntos así como el tener alguien con quien compartir.
Antón admite que su relación con Johanna es terrible, que no está enamorado de ella y que probablemente nunca lo estuvo. Sin embargo, no puede irse porque tiene demasiado miedo de estar solo.
El miedo al rechazo puede aterrorizar debido a que la huella de abandono que está por debajo es muy profunda y porque no ha sido explorada. Sin embargo, una vez que nos abrimos a ella con amor y comprensión, comienza a dejar de sujetarnos y es entonces que podemos hacer distintas elecciones.
- Miedo a Exponerte
Nuestro miedo a exponernos viene desde la herida de vergüenza. Esta
herida nos puede convencer muy fácilmente de que no somos merecedores de ser amados, que no somos atractivos, o interesantes y de que podemos esperar ser rechazados. De hecho, debido a nuestra vergüenza, nuestras expectativas de rechazo pueden ser tan fuertes que se convierten en una profecía auto cumplida. Incluso podemos atraer a parejas que nos traten de manera que validen nuestro auto-concepto negativo y nuestra creencia de que no merecemos ni amor ni respeto. Podemos titubear si abrirnos al otro, ya que esto puede significar que revelemos partes nuestras que no nos gustan y de las cuales estamos convencidos que a nadie más le van a gustar. Podemos cubrir nuestra vergüenza con distintas compensaciones, pero éstas solo van a funcionar si nos relacionamos de manera superficial y nos basamos en juegos de poder.
No es fácil encarar nuestra vergüenza, pero aprender a amarnos significa también aceptar lo inseguros que somos internamente. De manera paradójica, esto nos hace más adorables y más fácil de que se nos acerquen. Al ir encontrando el valor para exponernos, la mayoría de las veces invitamos a la otra persona a hacer lo mismo y descubrimos que él o ella también tiene tanta vergüenza como nosotros. Sin embargo, es muy importante darnos cuenta de la motivación de nuestro compartir. Si la motivación es para que la vergüenza desaparezca, esto significa que no la estamos aceptando ni amando y entonces, aún no es el momento de compartir. Esto puede ser delicado ya que si compartimos desde la vergüenza, creyéndole completamente a la vergüenza, entonces solo vamos a perpetuarla.
- Miedo a la Invasión
La mayoría de nosotros experimentamos distintas maneras de ser
invadidos en nuestros límites durante la infancia. El recuerdo de estos eventos puede volvernos sumamente desconfiados de que hoy alguien se nos acerque. Podemos lidiar con esta historia de invasión de fronteras al establecer límites globales y al evitar todo tipo de cercanía o bien al no darnos cuenta de lo que necesitamos una vez que entramos a una relación.
Julián, un médico sensible y guapo, fue criado por una madre que era altamente intrusiva con sus consejos, juicios y castigos cuando él no obedecía a sus deseos. Julián ha limitado sus relaciones con mujeres a amoríos cortos y sin compromiso. Andrea, su novia más reciente, estaba convencida de que ella podía cambiarlo. Pero la relación terminó porque Julián sentía que ella era igual a su madre; asumiendo de manera rápida, que Andrea no estaba considerando ni sus necesidades ni sus sentimientos.
Puede ser que nuestros miedos de ser invadidos no afloren a la superficie hasta que estemos en una relación. Cuando estos miedos son provocados, podemos reaccionar atacando o bien colapsándonos y justificando más allá nuestra creencia fija o arraigada, de que una relación amorosa no es segura.
Cuando Alex se enamoró de Marcia, no estaba consciente de lo incapaz que era para proteger sus límites, hasta que empezaron a vivir juntos. Se encontró a si mismo consintiendo y conformándose con las formas de Marcia de decorar la casa y de criar a su hijo, tan solo para evitar el conflicto. Se sentía demasiado asustado para confrontarla pero al mismo tiempo, comenzó a construir resentimiento. Su colapso solo detonaba la rabia de Marcia, porque ella sentía que el no estaba presente y ella lo quería ahí, defendiéndose y “siendo un hombre”. Eso lo colapsaba más y más y le recordaba las golpizas que su padre le daba de niño.
No podemos recuperar nuestros límites o fronteras hasta que son retados y esto sucede cuando decidimos abrirnos a alguien. Entonces poco a poco, una vez que experimentamos la invasión de nuestros límites, podemos aprender a estar con la experiencia interna, a sentir nuestras necesidades y a expresarnos. Es un proceso de aprendizaje y al principio puede ser difícil, particularmente si entramos en shock cuando nuestras fronteras son invadidas. En ese momento tal vez ni siquiera sepamos que sucedió y comience a crecer el resentimiento y el enojo. Una parte del proceso de crecimiento es aprender a reconocer la invasión cuando está sucediendo y a respetarnos a nosotros mismos lo suficiente para sentir y honrar nuestros sentimientos al, tarde o temprano, decirle algo a la otra persona.
- Miedo a Perdernos a Nosotros Mismos
El cuarto miedo, de perdernos a nosotros mismos va hacia lo más profundo
de nuestro yo. Muchos de nosotros no fuimos apoyados a desarrollar una experiencia fuerte y confiable acerca de nuestros sentimientos, pensamientos, intuiciones y lugar que ocupamos en el mundo. Por el contrario, pudimos haber sido condicionados desde la infancia, a escuchar y a ser guiados por las opiniones y creencias de los demás. Además, debido a nuestro profundo anhelo del amor, una vez que nos encontramos en una relación profunda, podemos concederle más y más al otro para no sentir la amenaza del rechazo, de la crítica, del juicio o del castigo. Sin darnos cuenta que al hacerlo, estamos dejando más y más aspectos de nosotros mismos.
Catalina se enamoró de Mateo y después de salir juntos por varios meses, se mudó con él. Más tarde, le empezó a intimidar tanto la seguridad y fuerte personalidad de Mateo que comenzó a sentirse cada vez más y más insegura de sus propias opiniones, sentimientos y necesidades. Dejó de conectar con la mayoría de sus amigos y dejó de hacer sus hobbies de manera que pudiera estar disponible para cuando Mateo quisiera estar con ella.
El relacionarnos de manera íntima nos pone a prueba de encontrarnos a nosotros mismos, ya que se nos reta a encontrar nuestra verdad cuando nuestra energía está fusionada con la de la otra persona. Es una danza delicada de mantenernos auténticos y a la vez de permitirnos fundirnos profundamente con el otro.
- Miedo al aburrimiento
El miedo al aburrimiento nos puede detener de querer entrar a una relación o de dudar y cuestionar aquella en la que ya estamos. Muchas parejas después de haber estado juntos por algún tiempo, pueden perder la pasión, intensidad, frescura y vitalidad general. A menos que la emoción inicial, la fascinación y la anticipación de una relación nueva sean sustituidas por un crecimiento continuo, una profunda plenitud interna de ambas personas, una conexión y comunicación más profundas, así como por experiencias compartidas nuevas, entonces es muy fácil que la relación descienda a un tedio mundano.
Se requiere de esfuerzo y consciencia para no permitir que la vida diaria con sus preocupaciones y cotidianeidad, se roben el amor y hagan que se tome por un hecho a la pareja. Es posible mantener la relación comprometida vital y fresca al crecer juntos, al aprender a comunicarse, a mantenerse conectados y a compartir nuevas aventuras.
Relacionarnos de forma íntima, nos ofrece una oportunidad de volvernos conscientes y de lidiar con estos cinco miedos de una manera sana. Es vital para nuestra madurez el confrontar en vez de evitar nuestras heridas de abandono y de vergüenza, el aprender a recuperar nuestros límites y el aprender a defendernos y cristalizar nuestro sentido del yo.
Permitirnos acercarnos a alguien y permitirles a ellos ser verdaderamente importantes para nosotros es la manera de hacerlo; ya sea en una amistad profunda o bien en una relación íntima.